
Doctrina y Convenios Sección 84
Comentarios de las escrituras
Doctrina y Convenios 84:19: "Y este sacerdocio mayor administra el evangelio y posee la llave de los misterios del reino, sí, la llave del conocimiento de Dios.
El élder David A. Bednar, del Cuórum de los Doce Apóstoles, enseñó cómo se relaciona el poder de la divinidad con las bendiciones que vienen del Salvador mediante Su sacrificio expiatorio: “Los convenios recibidos y honrados con integridad, y las ordenanzas efectuadas mediante la debida autoridad del sacerdocio, son necesarios para recibir todas las bendiciones que brinda la expiación de Jesucristo. Es mediante las ordenanzas del sacerdocio que el poder de la divinidad se manifiesta a los hombres en la carne, incluso las bendiciones de la Expiación (véase D. y C. 84:20–21)” (“Soportar sus cargas con facilidad”, Liahona, mayo de 2014, pág. 88).
Doctrina y Convenios 84:21: "Y sin sus ordenanzas, y la autoridad del sacerdocio, el poder de la divinidad no se manifiesta a los hombres en la carne."
El élder D. Todd Christofferson, del Cuórum de los Doce Apóstoles, explicó una manera en la que el poder de la divinidad se manifiesta en nuestra vida por medio de las ordenanzas y los convenios del sacerdocio. “El compromiso que hacemos con Él mediante convenio permite a nuestro Padre Celestial dejar que Su influencia divina, el ‘poder de la divinidad’ (D. y C. 84:20), fluya hacia nuestra vida. Él puede hacer eso porque al participar en las ordenanzas del sacerdocio ejercemos nuestro albedrío y elegimos recibirlo…
“En todas las ordenanzas, en especial las del templo, somos investidos con poder de lo alto. Ese ‘poder de la divinidad’ viene por medio de la persona e influencia del Espíritu Santo…
“También es el Espíritu Santo, en Su carácter de Espíritu Santo de la Promesa, que confirma la validez y eficacia de tus convenios y sella sobre ti las promesas de Dios” (“El poder de los convenios”, Liahona, mayo de 2009, págs. 21–22).
Doctrina y Convenios 84:33: "Porque quien es fiel hasta obtener estos dos sacerdocios de que he hablado, y en magnificar su llamamiento, es santificado por el Espíritu para la renovación de sus cuerpos."
El Presidente Marion G. Romney (1897–1988), del Cuórum de los Doce Apóstoles, explicó que "magnificar" un llamamiento en el sacerdocio implica tres cosas esenciales: 1) obtener un conocimiento del evangelio, 2) cumplir en la vida personal con las normas del evangelio, y 3) prestar servicio dedicado. 1 Él enfatizó que la santificación por el Espíritu y la renovación del cuerpo son promesas directas de Dios a aquellos que cumplen fielmente con estas responsabilidades.
El juramento y el pacto que pertenecen al sacerdocio. Élder Marion G. Romney. Conferencia General, Abril de 1962
Doctrina y Convenios 84:38: "Y el que recibe a mi Padre, recibe el reino de mi Padre; por tanto, todo lo que mi Padre tiene le será dado."
El Presidente Russell M. Nelson ha enseñado que esta promesa de recibir "todo lo que mi Padre tiene" es la culminación de las bendiciones del sacerdocio y los convenios del templo. Él afirmó que "toda mujer y todo hombre que hace convenios con Dios y los guarda, y que participa dignamente en las ordenanzas del sacerdocio, tiene acceso directo al poder de Dios". Este acceso al poder divino, a través de los convenios, es lo que nos inviste con Su "poder sanador y fortalecedor" y nos prepara para heredar la plenitud de las bendiciones de Dios.
Presidente Russell M. Nelson, "Tesoros espirituales", publicado en la revista Liahona en noviembre de 2019, pág. 77
DyC 84:46-47 Y el Espíritu da luz a todo hombre que viene al mundo; y el Espíritu ilumina a todo hombre en el mundo que escucha la voz del Espíritu. Y todo aquel que escucha la voz del Espíritu, viene a Dios, sí, el Padre.
El élder Richard G. Scott (1928–2015), del Cuórum de los Doce Apóstoles, explicó diferentes funciones de la luz de Cristo, que ayuda a las personas a venir a Dios: “La luz de Cristo es el poder o influencia divinos que proceden de Dios por medio de Jesucristo [véase la Guía para el Estudio de las Escrituras, ‘Luz, luz de Cristo’], y es lo que da vida y luz a todas las cosas. Induce a todos los seres racionales de la tierra a discernir la verdad del error, lo correcto de lo incorrecto. Activa la conciencia [véase Moroni 7:16]. Su influencia se debilita a causa de la transgresión y la adicción, y se restablece mediante un arrepentimiento adecuado. La luz de Cristo no es una persona, sino un poder y una influencia que provienen de Dios, y, cuando se sigue, guía a la persona y la prepara para recibir la guía y la inspiración del Espíritu Santo [véanse Juan 1:9; D. y C. 84:46–47]” (“Paz de conciencia y paz mental”, Liahona, noviembre de 2004, pág. 15).